viernes, 15 de noviembre de 2013

Poder y sinceramiento

Descentralización Participativa de Montevideo (DPM): nuevas bases para ampliar y fortalcer la democracia
Poder y sinceramiento


Por Julio Scavino

Me costó mucho asumir que en la novena elección de Concejos Vecinales, otra vez fuera necesario explicar qué son, para qué sirven, qué es la política de Descentralización Participativa de Montevideo (DPM) y cuál es el lugar de los concejos vecinales en ella.
En 1993 y con votos de ediles de todos los partidos representados en la Junta Departamental de Montevideo (JDM), se puso en marcha esta política de promoción de participación que busca ampliar la democracia en la ciudad, acercar la política y la gestión de las cosas del territorio a los vecinos, a los ciudadanos.
La DPM provoca procesos que gestan nuevas formas de relacionamiento entre el Estado y la sociedad, genera espacios para que los ciudadanos canalicen sus inquietudes y se apropien física y simbólicamente de los espacios en los que desarrollan su activismo.
En este caso, el Estado es la Intendencia de Montevideo y sus centros comunales zonales y –desde 2010- los ocho municipios.
La sociedad son los vecinos organizados y representados en los concejos vecinales y sus comisiones y también los que participan en las organizaciones sociales, deportivas, religiosas, sindicales, culturales.
Esos procesos de apropiación por parte de los vecinos suponen un muy tenue cambio en la ecuación de poder a favor de ellos.
En el discurso, hacer crecer el poder de los vecinos, dar más poder a la ciudadanía es uno de los objetivos que persigue la descentralización participativa.
Definida como una “seña de identidad” por la fuerza política que gobierna la ciudad desde 1990 y votada por todos los partidos políticos, la DPM no está en su mejor momento.
No ha solucionado demandas reclamadas hace diez años cuando cumplió sus primeros diez años y la tendencia al descenso de la cantidad de propuestas al presupuesto participativo, candidatos a concejales vecinales y de votantes en estas instancias dan cuenta de que se atraviesa una situación complicada.
Lamentablemente, los números primarios de la elección de Concejos Vecinales y Presupuesto Participativo que se realizó el domingo 27 de octubre de 2013, también fueron a la baja.
Desarrollar la participación supone un cambio profundo. Es cierto. Exige la remoción de culturas más que centenarias y la aceptación de otras nuevas y el cambio en el modo en que los ciudadanos, los vecinos, se relacionan con la cosa pública.


Esto no justifica el actual estado de la DPM y deja explicito una enorme resistencia del sistema político a su desarrollo.
No es algo nuevo: nadie comparte el poder.
La democracia tiene los mecanismos para hacer que las ecuaciones de poder se modifiquen sin violencia, daño ni estridencias. Pero hay que hacer que esos mecanismos funcionen y sacar del medio todos los impedimentos.
El mayor impedimento que enfrenta la Descentralización Participativa de Montevideo es la falta de un profundo sinceramiento del sistema político con ella y el compromiso (renovado) de fortalecerla.
También cabe la posibilidad de abandonar la DPM.
No comparto esa idea pero no dejo de reconocer que hay quien puede pensar que tras veinte años los vecinos no la aceptaron y es oportuno dejarla de lado.
Cambiar es sano y si bien nunca falta el chicaneo político de baja estofa, en política el cambio es muy sano y más habitual de lo que se percibe.
No creo que se deba abandonar la DPM porque aún tiene mucho para dar, mucho espacio para crecer y muchos puestos para gente comprometida y capacitada y muchas cosas para mejorar en la ciudad.
La DPM es un camino que aporta nuevas bases a la democracia uruguaya, la amplía y la complementa. Permite una relación más directa del ciudadano y la cosa pública y genera espacios en que los vecinos pueden dar sus puntos de vista y aportes directamente y sobre temas que los afectan directamente.
No habrá reversión del proceso de caída de la DPM sin el sinceramiento del sistema político con respecto a esta política y sin el funcionamiento fluido de la relación entre sus tres actores principales, la Intendencia, los centros comunales y los municipios, el Concejo Municipal y el Concejo Vecinal.
La política de Descentralización Participativa de Montevideo (DPM) solo podrá funcionar si el sistema político se sincera y se compromete con ella, si se trabaja honestamente y sin ingenuidad en la cesión de poder a los vecinos y si se procura permanentemente, equilibrar el balance de poder entre los tres actores principales.
Está claro que nadie regala poder.
La interrelación entre estos tres actores depende de lo que cada uno haga para construir su fortaleza pero los tres tienen un objetivo en común y ese objetivo obliga a un pacto ético que le permita alcanzar sus metas.

* Cuadros elaborados por el autor en base a información pública y de su archivo.

No hay comentarios: